viernes, 24 de agosto de 2007

Hay cosas que nunca cambian...

Incluso mejoran con el tiempo. Y es que al parecer el fútbol que tiene en los pies el último gran ídolo de nuestro fútbol se resiste a morir.

Cuauhtemoc Blanco llegó para enderezar el rumbo a un equipo que había perdido 6 partidos consecutivos antes de su arribo; club que parece otro desde que el mexicano llegara para dar muestra de su clase.

Y es que equipo al que llega Cuauhtemoc, equipo que levanta, lo hizo en el Necaxa en su primer destierro de Coapa, lo hizo en el Veracruz en su segundo destierro y en donde se ganó el mote del “Tiburón Blanco” (Cambió su festejo tradicional poniendo una mano sobre su espalda a manera de aleta), lo hizo en cada ocasión que se enfundó la casaca azulcrema y en cada ocasión que se puso la camiseta verde del seleccionado nacional; y estoy seguro que lo hubiera hecho en el Valladolid de España de no haber sido por artera y salvaje lesión que sufrió ante Trinidad y Tobago en el estadio Azteca. Maldito Elcock.

Su grandeza bastó para volver a poner de moda al americanismo en todo México, y sirvió para que pudiéramos asistir al mundial del 2002 en Japón y Corea cuando ya prácticamente todo estaba perdido.

Es verdad que apenas este fin de semana falló un penalti, y a final de cuentas ese gol le hubiera servido a su equipo para no perder; pero hombre, gajes del oficio. Sin embargo en 4 partidos oficiales jugados con el Chicago Fire, el Cuau ya se despachó con 3 asistencias y un golazo a la altura de los mejores que le hemos visto en su carrera.

Lo he dicho desde un principio; hay cosas que nunca cambian, incluso mejoran con el tiempo.

Les deseo mucho más Cuahtemoc
Yorch

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